Un hombre colapsó en medio de una ventisca — lo que hizo un gato callejero le salvó la vida

El gato se detuvo a unos metros, con el pelaje salpicado de escarcha. Parpadeó frente al viento y maulló suavemente. El hombre no se movió. Sus piernas ya estaban cubiertas por una fina capa de hielo.

El gato lo rodeó una vez, dos veces, y luego trepó sobre su pecho. Enroscándose en una bola apretada, se pegó al abrigo pesado, su pequeño cuerpo irradiando calor. La ventisca rugía, pero el gato no se movió. Cada respiración del animal traía un leve soplo de calor al cuerpo helado bajo él. Las horas se arrastraron. La nieve siguió cayendo. Pero el gato no se fue.
Al amanecer, la tormenta amainó. Un quitanieves avanzaba por el camino, su conductor agotado tras una noche larga. Algo extraño llamó su atención: una forma en la cuneta. Redujo la velocidad, entrecerrando los ojos a través del parabrisas cubierto de hielo. Lo que vio le heló la sangre. Allí, medio enterrado bajo la nieve, yacía un anciano. Y sobre su pecho, un pequeño gato naranja lo miraba fijamente.

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